Friday, July 31, 2020

Resolución 446. Diputados De Izquierda Contra El Aporte Privado A La Cultura


Minera Collahuasi financió construcción de replica de La Esmeralda para Iquique.


Aunque estamos prontos a celebrar los 30 años de vigencia de la norma que consagró en Chile un régimen de mecenazgo privado a las artes y la cultura, y uno podría esperar que hubiese llegado ya un tiempo de madurez como para poder pasar a una etapa aún más profunda de la vinculación entre lo público y lo privado en el financiamiento de las artes, parecemos condenados a tener que partir todo de nuevo, empujando otra vez por la pendiente empinada de la pertinacia de nuestra clase política que insiste en estropear lo que funciona en vez de mejorar lo inservible.

Oposición a la presencia de aportes privados a la cultura ha existido siempre en el país.  Suele ser recurrente entre personeros de la izquierda que por adscripción ideológica no quisieran ver a nada más que el Estado en el financiamiento de las artes. A veces de recuerda la férrea oposición que algunos colectivos de artistas hicieron en los 90 cuando se supo de la aprobación de la llamada Ley de Donaciones con Fines Culturales. En cierto sentido, algunas de las modificaciones que la norma ha tenido, también se deben a consideraciones de ese orden que se hicieron en su oportunidad.  En todo caso, la ley ha seguido vigente y ha procurado una ingente cantidad de recursos que no habría sido posible conseguir mediando solo el aporte público.

Pero me parece que hay algo muy preocupante en la resolución aprobada el 17 de junio pasado en la Cámara de Diputados para modificar las disposiciones de la Ley de Donaciones con Fines Culturales, la norma que en Chile ha permitido desde los años 90 generar un régimen virtuoso entre lo público y lo privado en aras al financiamiento de proyectos en el sector.  

Como se ha sabido por la prensa, un grupo de diputados de izquierda logró aprobar por 95 votos en la Sala una resolución (n°446 del 17 de junio) para pedirle al Presidente de la República que envié una modificación a la norma que popularmente recuerda al destacado político democratacristiano que la impulsó a comienzos de nuestra reconquistada democracia, don Gabriel Valdés Subercaseaux.

Aunque no es vinculante en las decisiones de la primera magistratura, específicamente se le ha pedido al Ejecutivo que genere un fondo común de donaciones con fines culturales administrado por una institución que no existe y que habría que crear de manera que "se garantice de mejor manera la cobertura y financiamiento de todos los proyectos e iniciativas culturales". 

Preocupa que tan sólo tres hayan sido los diputados que se opusieran a la iniciativa y que otros 33 de abstuvieran de votarla. Quisiera pensar que a los 95 que la votaron favorablemente les preocupa encontrar nuevos mecanismos de financiamiento de las artes y que, como ha ocurrido en el pasado, no estaban suficientemente atentos a las implicancias que una norma como la indicada podría tener sobre un sistema que ha sido muy virtuoso y que, aunque como toda obra humana es perfectible, de introducirle modificaciones, estas debieran ir en una dirección muy opuesta a la presentada por el diputado socialista Marcelo Diaz.

La insistencia de tramitar o promover leyes sin respaldo de evidencias concretas y basadas más que nada en percepciones y prejuicios personales de los representantes en el Congreso, es probablemente un factor más que se debe sumar a las causas del desprestigio de nuestro sector. El mecanismo que ha generado la ley en comento, no sólo ha permitido al país contar con un ingente recurso que se ha usado en una multiplicidad de iniciativas a lo largo del país, sino que ha venido a representar al menos el 10% de todo el dinero que el Estado aporta a la cultura y las artes. El régimen que existe es ya mixto, pues Estado y privado aportan lo suyo. Los fondos comunes de donaciones ha sido un fracaso en todas partes que se han implementado, siendo una causa directa de la disminución de los aportes privados.

¿Qué dice la indicación famosa?
El proyecto de Resolución 446 le solicita a S. E. el Presidente de la República el envío de un proyecto de ley al Congreso Nacional, con el objeto de establecer un fondo común de donaciones con fines culturales, modificando la actual ley. Su promotor fue el diputado socialista Marcelo Díaz Díaz, integrante del Comité de Cultura, y sus colegas Patricio Rosas Barrientos (Socialista); Carolina Marzán Pinto  (PPD, un partido tradicional de la izquierda chilena surgida al amparo de la lucha política contra Pinochet), Amaro Labra Sepúlveda (comunista); Alejandro Bernales Maldonado (liberal, que vota por la izquierda) y el ex artista y músico Florcita Alarcón Rojas (humanista, que también vota por la izquierda).

El diputado Díaz es doctor en Ciencias Políticas y Sociología con especialización en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid; Rosas es médico cirujano; Marzán es licenciada en Arte, mención Teatro, por la Universidad de Chile, y ha sido profesora universitaria; Labra es un músico reconocido, integrante del afamado grupo chileno Sol y Lluvia y, Alarcón, como hemos dicho es un destacado artista, famoso por sus excentricidades y por haber sido un férreo opositor al Régimen Militar chileno.

Iré comentando cada párrafo de la  resolución:




En efecto, la práctica de la contribución económica del sector privado al financiamiento de actividades culturales, comenzó a hacerse pública en Chile a contar de comienzos de la década de los noventa.  Aun cuando la actividad tomó cuerpo  con rasgos más definidos recién al momento de adquirir su consagración jurídica al aprobarse  la Ley de Donaciones Culturales en 1990.[1]El patrocinio cultural adquirió su consagración jurídica al aprobarse la Ley de Donaciones Culturales (LDC), conocida popularmente como "Ley Valdés", en homenaje al senador democratacristiano Gabriel Valdés Subercaseaux,  su principal impulsor.  La tradición chilena en materias de donaciones empero, no partió a comienzos de los noventa sino varias décadas antes.

Más allá de la presencia filantrópica de privados haciéndose cargo de lazaretos, escuelas y nosocomios en el siglo XIX - de las cuales hay una nutrida retahíla de ejemplos que huelga mencionar, fue en 1941 durante la administración de Pedro Aguirre Cerda, cuando se dieron los primeros pasos para constituir una norma en tal sentido. Ese año se había aprobado una ley que estableció exenciones tributarias para las donaciones efectuadas a la recién creada Corporación de Fomento a la Producción (CORFO), a través de la cual las empresas donatarias rebajan de su renta líquida el monto donado como gasto.  En 1965 una nueva legislación permitió exenciones tributarias a las donaciones para la reconstrucción de los daños que un terremoto había provocado a fines de marzo de ese año en la zona central del país. Ese mismo año se aprobó una ley que estableció nuevos gravámenes a las donaciones y las herencias.

El 24 de septiembre de 1973 la Junta Militar de Gobierno promulgó el Decreto Ley n°45 que entregó beneficios tributarios a empresas y particulares que realizaran donaciones al Estado "con el objeto de cooperar con la recuperación económica del país". Las mismas ventajas se hicieron extensivas a las donaciones realizadas el Comité Nacional de Navidad en virtud del Decreto Ley n°359 de 1974.

Cinco años más tarde, ya en 1979 el Decreto Ley n°3.063 permitió a las empresas y particulares que realizaran donaciones a establecimientos educacionales, centros de atención de menores y ancianos, y otros, descontar como gastos el monto de los aportes realizados.  En 1985, la Ley 18.482 modificó la norma anterior señalando que las instituciones beneficiarias debían ser instituciones sin fines de lucro, cuyo objeto fuera la creación, investigación o difusión de las artes y las ciencias, estableciendo un límite de 10% del valor total de la renta.  Se trata, al parecer, de la primera ley que rebaja impuestos –no como crédito fiscal sino como rebaja en el cálculo de la renta imponible-  a las empresas que hagan donaciones a las manifestaciones artísticas. Aun bajo un régimen militar, la Ley n°18.681 de 1987, estableció nuevas franquicias tributarias está vez como crédito fiscal, a las empresas y personas que realicen donaciones a Universidades e Institutos Profesionales estatales y particulares reconocidos por el Estado.

Con el objeto de favorecer al desarrollo cultural del país, en junio del año 1990 se aprobó y publicó en el Diario Oficial la Ley N° 18.985, de Reforma Tributaria, la cual en su artículo 8 consagra la Ley de Donaciones Culturales. Asimismo, el año 2001, se publicó la Ley N° 19.721, que introduce modificaciones a la normativa en cuestión.[2]

En 1990, la ley número 18.895, creada e impulsada por el senador Gabriel Valdés Subercaseaux, estimulaba la intervención privada, ya sea de empresas o personas, en el financiamiento de proyectos artísticos y culturales, entregando a los particulares la opción de decidir en que iniciativas invertir sus impuestos.

En esos casos, el Estado aportaba un 50 por ciento del financiamiento, al renunciar al cobro de ciertos tributos, y las empresas privadas o los particulares financiaban, de sus arcas, el otro 50 por ciento.
La Ley n°18.985 aprobada bajo el gobierno de Patricio Aylwin, no hizo sino concluir un proceso legislativo orientado al desarrollo de mecanismos legales que estimularan la intervención privada en el financiamiento de proyectos artísticos y culturales, y que se empinaba con casi cincuenta años de tradición.  Ese proceso, a la vista de las modificaciones que la norma ha sufrido en estas décadas, no se ha detenido.

El mecanismo legal en comento se consagró en la modificación al artículo 8° de la Reforma Tributaria. La desde allí conocida como "Ley Valdés" fue publicada en el Diario Oficial el 20 de junio de 1990. Luego, el 12 de febrero de 1991 se publicaron las operaciones que son posibles realizar a través de esta norma. Poco después el Servicio de Impuestos Internos (SII) publicó la Circular 33, donde se estableció el procedimiento para acreditar la donación para efectos tributarios. Consistía en que las empresas aportaban a través de donaciones que, acogiéndose a la Ley, les permitía deducir el 50% del aporte efectuado, lo que se traducía en que el Fisco aportaba ese 50% que era devuelto a la entidad privada, ya que renunciaba al cobro de esa parte del tributo. De esta forma, a través del aporte de ambas entidades (pública y privada) diversas instituciones consiguieron financiamiento para sus proyectos artísticos y culturales.

La Ley n°18.985 buscaba poner a disposición de la cultura nuevas fuentes de financiamiento para beneficiar a la más amplia gama de disciplinas, actividades, bienes y proyectos artístico-culturales. Para lograr lo anterior, la ley definió un procedimiento que estimulaba la intervención privada (empresas y personas) en el financiamiento de proyectos artísticos y culturales. Este cuerpo legal prescribió una nueva forma de financiar cultura, en el que el estado y el sector privado participan por igual en la calificación y financiamiento de los proyectos que se acogen a este beneficio. Los beneficiaros de esta ley podían ser las fundaciones culturales, corporaciones, bibliotecas públicas, universidades e institutos profesionales reconocidos por el Estado.


Los promotores de la iniciativa harían bien en tomar nota que en la actualidad, y sin considerar las donaciones con fines culturales, existen en nuestro país más de 20 disposiciones legales que permiten a las personas y empresas efectuar donaciones de todo tipo y obtener, a cambio, una rebaja tributaria. 

La idea es promover las donaciones por medio de incentivos como la rebaja del Impuesto de Primera Categoría, para las empresas, y de los impuestos de Segunda Categoría o Global Complementario, para los particulares. Así, mientras el contribuyente financia algún proyecto u organización con parte de sus recursos, el fisco coopera con esa entrega al devolverle impuestos o reduciendo su base imponible.

En términos generales, aunque las opiniones van siempre en el sentido de denunciar el complejo y enmarañado sistema tributario que el país dispone, no tengo antecedentes de estudios que se hayan hecho y que apunten a reconocer en el proceso de la formulación del proyecto a presentar, un obstáculo para la obtención de los mismos.  De hecho, suelo mencionar que las exigencias asumidas por el proceso han sido un aliciente positivo a la profesionalización de la gestión cultural local, toda vez que antes de la existencia de la Ley de Donaciones Culturales, pocos gestores se movían con soltura en términos de construir objetivos, definir acciones, delimitar audiencias, generar presupuestos y proponer fórmulas de evaluación de sus iniciativas.

Si entiendo bien lo los diputados han querido decir después de su análisis "critico" es que a ellos les dejaría más conforme un sistema de donaciones que garantizará (que tras el extenso y dificultoso proceso), los proyectos presentados recibieran efectivamente el aporte.  Les parece tal vez un escándalo haber sorteado todas esa maraña de formularios sólo para quedar en condiciones de recibir los aportes, y no recibirlos desde ya.  Es una estupenda idea que habría que copiar para beneficiar y nos injustos y solo remitiéndonos al sector, a quienes postulan al FONDART o a otros fondos concursables.  Porque no tramitamos también una ley que beneficie a todos aquellos que nos hemos roto el lomo llenando los formularios de FONDECYT y no nos hemos ganado los recursos porque un par de colegas no ha terminado de ponderar nuestros esfuerzos. Así bajo el principio de que "el que postula gana" tendríamos mucho más cultura, y proyectos de investigación. Qué buena idea, porqué no se nos ocurrió antes. 


En efecto, aquí los legisladores no hacen sino confirmar lo que dice la norma. Pero vale la pena ahondar un poco más en esta idea.El Comité de Donaciones Culturales es el órgano encargado de conocer y evaluar los proyectos culturales presentados por los beneficiarios de la ley de donaciones con fines culturales. Éste puede aprobar, aprobar con condiciones o rechazar un proyecto. La aprobación con condiciones se aplica en aquellos casos en que el Comité tiene observaciones sobre algún ítem del proyecto evaluado, ya sea sobre la retribución cultural, sobre la falta de algún documento u otro caso, solicitándose al beneficiario que corrija ese ítem para la aprobación definitiva del proyecto y obtención del Certificado de Aprobación.

La idea de un Comité Calificador autónomo, no compuesto sólo por funcionarios públicos surgió de la breve discusión en la Cámara que siguió a la presentación inicial hecha por don Gabriel Valdés en 1990.

Además, supervisa la ejecución de los proyectos aprobados, solicitando a los beneficiarios cada año, antes del 31 de Diciembre, un informe con el estado de las fuentes y uso detallado de los recursos recibidos en cada proyecto.

El Comité se encarga también de divulgar y promover entre los donantes aquellos proyectos culturales aprobados vigentes, a través del Banco de Proyectos Aprobados publicado en este sitio.

El Comité está integrado por:

El Ministro de las Culturas y las Artes (o su representante) quien lo preside.
Representante del Ministro de Hacienda
Representante del Senado designado por los dos tercios de los senadores en ejercicio.
Representante de la Cámara de Diputados designado por los dos tercios de los diputados en ejercicio.
Representante de la Confederación de la Producción y del Comercio.
Dos representantes de las organizaciones culturales, artísticas, de urbanismo o arquitectura y patrimoniales
Un galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas, de Artes Musicales, de Artes de la Representación o de Literatura.

La Secretaría Ejecutiva de Donaciones Culturales, cuya misión es coordinar el sistema de donaciones culturales regulado por la Ley N° 20.675 y administrar el portal electrónico (Plataforma) u otro medio idóneo, consagrado en el Reglamento de la Ley, para que todos los actores accedan al sistema de donaciones culturales.Sus funciones son:

a)    Prestar apoyo jurídico y administrativo al Comité Calificador de Donaciones Privadas contemplado en la Ley N° 20.675, y a cada uno de sus miembros, en el ejercicio de sus funciones e informar al mismo acerca de los proyectos que se presenten en el marco de esta Ley, así como en caso de incumplimiento de algún proyecto ya aprobado, en sujeción al inciso cuarto del artículo 12 de la Ley.

b)    Remitir al Comité los antecedentes sobre los informes y estados de avance de ejecución de los proyectos y todos los antecedentes que sobre esta materia deban presentarse al Servicio de Impuestos Internos.

c)    Brindar orientación a los potenciales presentadores de proyectos a ser beneficiados por las franquicias tributarias contempladas en la Ley N° 20.675

d)    Prestar apoyo servicios públicos tales como el Consejo de Monumentos Nacionales y el Servicio de Impuestos Internos, en lo relativo a la aplicación de dicha ley

e)    Proponer y ejecutar estrategias de difusión regional acerca de los beneficios establecidos por la Ley N° 20.675 y el procedimiento para acceder a ellos.

f)     Realizar capacitaciones y talleres informativos a lo largo del país acerca de la Ley N° 20.675 y demás leyes relacionadas, tales como la Ley N° 19.889, la Ley N° 19.039, la Ley N° 17.336 y la Ley N° 20.393.


El Comité se reúne periódicamente para revisar y evaluar los proyectos culturales presentados a la Secretaría Ejecutiva, contando con un plazo de 60 días hábiles para pronunciarse sobre los proyectos.
Durante las sesiones se revisan los proyectos y cada integrante vota y en caso de empate, el Presidente tiene voto dirimente. Los proyectos son aprobados, evaluados con condiciones o rechazados, lo que se publica por acta y se notifica a los postulantes



Suelo explicar a mis alumnos en en mis clases de Financiamiento de la Cultura que antes de buscar fundraising, hay que hacer friendraising.  Una observación atenta del medio cultural chileno hace recomendable, no presentar al Comité de Donaciones proyectos  que no vengan ya con un compromiso de patrocinio asumido por una empresa/persona donante.  Pero claro, a los promotores de esta idea parece que les mueve el evitar el rechazo y la perdida de tiempo de los gestores.

Es precisamente en ese conocimiento previo entre donante / donatario donde se juega lo sustantivo de las prácticas de mecenazgo cultural.  Difícilmente se va a aportar a un proyecto que el donante no ha podido ver su génesis desde las primeras formulaciones del mismo. No comprender esto es seguir creyendo que la "donación" amparada por la norma es un "regalo".  Se trata de algo muy distinto a una dádiva generosa y desprendida, por cierto. 

Como lo recordó el editorialista de El Mercurio que escribió el 10 de julio pasado, parece que los autores de la resolución y quienes la apoyaron con su voto no comprenden que quienes hacen una donación "lo hacen motivados por alguna iniciativa cultural en particular que para ellos resulta atractiva tanto por sus contenidos, como por la capacidades de quienes están encargadas de llevarlas a cabo".  No hacen donaciones "a las artes" o la "cultura", así en genérico, lo hacen a una determinada forma de arte, a una específica manifestación de la cultura.




No he tenido conocimiento de reportes o investigaciones especificas que hayan explorado la desafección de los postulantes que no han podido conseguir financiamiento bajo el amparo de la Ley de Donaciones Culturales. Tampoco abundan los datos sobre esas aspiraciones truncadas que no se han podido concretar por que su elegibilidad no ha estado a la altura de las expectativas de sus promotores. 

Es interesante acotar que al tenor del relato que va construyendo la resolución n°446 se va configurando la imagen de un sujeto receptor que recorre a empresas donantes pidiendo fondos para su proyecto. Un artista "pobre" que queda a merced de las "poderosas" empresas que intentan manipular su arte en su beneficio.

En su primera versión, las donaciones sólo podían destinarse a proyectos aprobados previamente por el Comité Calificador de Donaciones Culturales Privadas, un organismo ad-hoc creado por la norma e integrado por el Ministro de Educación, el presidente del Senado, el presidente de la Cámara de Diputados y el presidente de la Confederación Nacional de la Producción y del Comercio y un representante del Consejo de Rectores. Desde 1994 a la fecha, el incremento de las donaciones culturales de la empresa privada ha sido sostenido. En cifras exactas los centros culturales recibieron del mundo  empresarial durante 1997 por ejemplo, alrededor de $ 7 mil 491 millones, duplicando los $ 3 mil 696  millones de 1995. Una investigación realizada por Amigos del Arte evidenció que entre 1993 y 1997, los aportes aumentaron en un 103%.

Quienes principalmente reciben las donaciones son instituciones culturales, no artistas individuales. La versión actualmente vigente de la ley contempla como nuevos beneficiarios a los propietarios de inmuebles declarados Monumento Nacional o situados en Zonas Típicas según la ley general de Urbanismo y Construcciones; la DIBAM y a los Organizaciones de interés público reguladas por la Ley N°20.500 cuyo objeto sea la investigación, desarrollo y difusión de la cultura y el arte. Éstos se suman a los beneficiarios ya existentes: Universidades e Institutos Profesionales Estatales y Particulares; Bibliotecas abiertas al público en general; Corporaciones, Fundaciones o Entidades sin fines de lucro; Organizaciones comunitarias funcionales constituidas de acuerdo a la ley N°19.418 (Juntas de Vecinos y demás organizaciones comunitarias); Museos estatales y municipales; Museos privados que estén abiertos al público en general que sean de propiedad y estén administrados por entidades o personas jurídicas sin fines de lucro y el Consejo de Monumentos Nacionales. Éstos presentan proyectos culturales al Comité de Donaciones Culturales quien evalúa las iniciativas. Si el proyecto es aprobado, el beneficiario recibirá un Certificado de Aprobación de dicho proyecto, el que certifica que está acogido a la ley de donaciones con fines culturales y por lo tanto, las donaciones que reciba obtendrán el beneficio tributario.

El Informe Final del "Estudio de Evaluación de la Ley de Donaciones con Fines Culturales, para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes", preparado por ASIDES para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en  Diciembre de 2017, señala que diagnósticos realizados en Chile y el mundo, arrojan interesantes hallazgos respecto a la contribución que las empresas realizan a la cultura y las artes desde la óptica de la RSE:

• El rubro que mayormente aporta al financiamiento de la cultura corresponden a la banca - que tanto en Chile como en otros países ha tenido un rol histórico en este ámbito - seguido por el de la construcción e industria y el de energía y minería.

• Las principales motivaciones para invertir en cultura y artes dicen relación con la reputación y posicionamiento que las empresas pueden adquirir. Por tanto, más allá de los beneficios tributarios que puedan obtener las empresas, estas acciones permiten mejorar la percepción que poseen los consumidores, contribuyendo a crear una imagen positiva e incluso aumentando la lealtad de los clientes (Fernández, 2012; Morales y Quinteros, 2006).


• En concordancia con lo anterior, junto con criterios de calidad, las empresas evalúan los proyectos artísticos a financiar en función de indicadores como la visibilidad, el alcance y la cobertura de prensa que éstos pueden tener, de modo de justificar las inversiones en el ámbito desde la lógica empresarial. Así, poder evidenciar los beneficios resulta fundamental. 



Sería interesante que los diputados pudieran aportar argumentos para sostener que la cultura, en sus diversas expresiones, no llega a toda la población. Esos argumentos podrían ilustrarnos entonces acerca del interés por sacar adelante el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, crear fondos sectoriales e incrementar año a año el gasto público en el sector.  

A parte de lo demagógica que resulta la sola idea que una " cultura" que emana como desde una fuente bañando a la población, pareciera que la misma desconoce el inmenso avance que se ha tenido en aumento del consumo cultural entre los chilenos, la creación de nuevos espacios e infraestructuras para las artes y la promoción de la creación de los chilenos en el exterior.  Pero, ello no basta.  En vez de procurar formas más ingeniosas de financiamiento de la cultura o, en último caso, abogar por el aumento de los fondos públicos e incrementar las asignaciones directas que ya existen para algunas instituciones culturales, los diputados coinciden en que lo más oportuno, lo más sensato y lo más adecuado es meter la mano en los recursos que los privados libremente aportan (a proyectos que han sido visados por la institucionalidad cultural vigente).



Trazas de esa idea de un "fondo común" donde se depositan las donaciones de los privados aparecen en algunas legislaciones de países cercanos. No obstante, la ausencia de evaluaciones independientes hacen imposible estimar cuál ha sido su efecto global sobre la contribución de los privados a la cultura.  Para nuestros diputados el mejor lugar para radicar ese Fondo sería el mismo Ministerio de las Culturas o, estiman, habría que crear otro "ente" autónomo calificado para esa misión. 



En efecto, frente a la inviabilidad de lograr que se aprueba una norma de esta naturaleza, algo que los propios diputados reconocer, queda abierta entonces la pregunta de qué es lo que están promoviendo en particular?, qué es lo que buscan con una propuesta semejante?

Asumimos por cierto que existen críticas que se pueden hacer al sistema de las donaciones.  Si en un sentido lato extendiéramos el concepto de patrocinio a toda forma de provisión de fondos  provenientes del sector privado para el desarrollo de actividades de interés general  (sin entrar por ahora en la debida precisión del objetivo publicitario inherente al mismo) podríamos constatar que asistimos en esta  última década  a una verdadera explosión del mismo, razón más que suficiente para acometer su estudio desde el plano teórico y práctico.  Pues, en efecto, estas normas han producido una adicionalidad de recursos en los sectores correspondientes, al poder disponer de fondos de fuentes no estatales.

Se postula que al ver descongestionada la presión por proveer de fondos a actividades de interés general, el Estado puede redireccionar sus recursos a sectores más deficitarios y requeridos de una atención inmediata, al tiempo que se avanza en la impregnación del sistema impositivo de una concepción más moderna de democracia tributaria .

No obstante, el sistema de estímulos  tributarios a las donaciones con  fines especiales no está exento de críticas. Estas suelen concentrarse en los alegatos de distinto corte y naturaleza :
a)         Crítica por Exclusión Artística. Los donantes tienden a apoyar las artes y las organizaciones que a ellos les gustan de modo personal o con las que se sienten más cómodos y, en algunos casos, sostienen a las que, de acuerdo a su opinión, consideran que les darán más prestigio  .
b)         Crítica por Eficacia. Las donaciones recibidas, aunque importantes, no alcanzan a cubrir verdaderamente la demanda de las Instituciones Privadas Sin Fines de Lucro (IPSFL), que ven, no sin temor, que el Estado les restrinja sus subsidios y las obligue a captar fondos del sector privado  .
c)         Crítica por Eventuales Receptores. Las donaciones no aumentan pues existe confusión entre los donantes sobre el verdadero sentido filantrópico que tiene esta práctica y el que ostentan algunos donatarios eventuales.
d) Crítica Ideológica. Las donaciones con fines especiales realizadas por el sector privado  han hecho al Estado abandonar algunos de sus papeles históricos, con la consiguiente pérdida para toda la comunidad, al dejar a la cultura, por ejemplo, en manos del empresariado.



Hay una mezcla de algunas de estas críticas en la Resolución 446.  Es posible que se este preparando el terreno  para la instalación de un nuevo issue en lucha por la recuperación de la hegemonía en el relato sobre la cultura y su relación con la sociedad y el Estado chileno.

En todo caso, un análisis  más profundo de estas críticas y de en general las características que ha ido asumiendo el funcionamiento del sistema de donaciones con fines especiales, ha de partir necesariamente del reconocimiento de que se trata de un tema poco conocido y  estudiado. 


















[1] Cfr. http://www.cultura.gob.cl/ta/organigrama_CNCA/SE-DonacionesCulturales.htm
















[1] Olivares, E. (2011, 16 de agosto de 2011). Cómo funcionan las principales leyes de donaciones en Chile, Crónica. El Mercurio.





[1] Antoine, C. (2003). La Ley Valdés y el aporte privado a la cultura. Patrocinio y donaciones con fines culturales. Santiago, Chile: RIL Editores.
[2] Morales Maldonado, H. H., & Quinteros Pérez, P. A. (2006). La Ley de Donaciones Culturales. Motivaciones de las empresas que aportan. (Ingeniero Comercial con mención en Administración tesis), Universidad de Chile, Santiago. Retrieved from http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2006/morales_h/html/index-frames.html








Que dijo su impulsor a El Mercurio




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Consecuencias Sociales, Económicas Y Políticas De Los Actuales Flujos Migratorios En La Europa Del Siglo XXI

Las calles de Molenbeek (barrio de Bruselas, Bélgica) son un crisol de culturas. Tras los atentados de París de 2015 y Bruselas de 2016, Molenbeek adquirió relevancia, porque algunos de los terroristas procedían de allí. Fuente: alchetrom.com



Posturas ante la inmigración y la llegada de refugiados: entre la islamofobia y la integración

La situación migratoria en la Europa actual, especialmente todo lo relacionado con las migraciones masivas procedentes de Oriente Medio acontecidas a partir de 2015, no puede tratarse desde un punto de vista simplista. Las posturas encontradas que abordan el tema y tienden a polarizar la visión sobre él, no se ajustan con frecuencia a la situación real y a sus implicaciones a nivel social, político, demográfico o económico. Como suele ser frecuente, la realidad no se proyecta en una disyuntiva entre el blanco y el negro, sino que se desenvuelve en una inmensa gama de grises.

En Europa existe, por un lado, un amplio espectro social que ve con enorme preocupación la inmigración en general y especialmente aquella que procede del mundo islámico. Estos sgrupos han visto con estupor la masiva llegada de emigrantes sirios durante la crisis migratoria de 2015 y 2016. En ella se incluirían amplios sectores de las clases medias y altas urbanas más conservadoras, profundamente preocupadas por la pérdida de bienestar que les pueda suponer, y opuestas con frecuencia a las políticas sociales de gasto público, que evidentemente han de aumentar con la llegada de grandes cantidades de refugiados, personas de escasísimo nivel de vida, demandantes, al menos en los primeros años, de ingentes recursos para su educación, integración y manutención. De ellos solo puede ocuparse el Estado (al margen de las ONGS, cuyo papel es limitado) a través de unos recursos públicos que se generan por vía impuestos, unos impuestos que pagan, a su vez y sobre todo, dichas clases medias y altas, en aras del equilibrio social, y que son la base de la sociedad de bienestar surgida a partir de la Segunda Guerra Mundial. Pero además, estos sectores están históricamente muy preocupado por la estabilidad y el orden, a juicio de muchos, en peligro por la llegada masiva de inmigrantes. La inmigración es vista así como foco de violencia y conflictividad, no solo por el supuesto aumento de la delincuencia y la inseguridad en la calle (lo que está por demostrar), sino también, por el desarrollo y aparición de grupos terroristas y violentos. Hablamos de la secuencia continua de atentados que se han producido en los últimos años en distintos países europeos: atentados en el Reino Unido, Francia, Bélgica, Suecia o España (atentado en las Ramblas de Barcelona en agosto de 2017), todos ellos protagonizados por células vinculadas al autodenominado Estado Islámico.
Atentado en las Ramblas de Barcelona en 2017. Fuente: EFE, www.confidencial.com

En este grupo hostil, se incluirían amplios sectores de clase social baja, pero por otras razones. Estos sectores populares y obreros se han visto duramente afectados por la última crisis (paro, recortes en políticas sociales) y ven a los inmigrantes y refugiados como competidores sociales inaceptables. Rivalizan con ellos por los trabajos de bajo nivel de cualificación, recelan de los inmigrantes porque abaratan el mercado de trabajo y absorben grandes cantidades de recursos sociales, que antes iban dedicados a la población nacional. Por otro lado, estos grupos sociales se ven muy afectados por la inmigración, pues son los que a la postre tendrán que convivir con los nuevos vecinos, que se asientan por lo general en los barrios más humildes y obreros de las zonas urbanas, donde los precios de la vivienda son más baratos y el coste de la vida menor. El esfuerzo y las dificultades de la integración recae sobre estos sectores populares, son ellos los que tienen que compartir espacios y costumbres con los nuevos inquilinos, y eso en la realidad del día a día se hace más difícil de lo que parece desde un despacho. Este grupo es además especialmente vulnerable a los discursos fascistas y al populismo de derechas, precisamente por su menor nivel cultural, lo que le puede hacer especialmente receptivo a los estereotipos y perjuicios. Siguiendo esta reflexión se podría explicar  por ejemplo el auge del Frente Nacional Francés en los suburbios de las grandes ciudades francesas como París o Marsella, antaño reducto de los partidos de izquierda. Igual reflexión permitiría explicar el auge que tuvo en los suburbios de las deprimidas ciudades de Alemania del Este el movimiento PEGIDA (Europeos Patriotas contra la Islamización de Occidente), hoy en clara decadencia debido a las divisiones internas y la presión política.
Manifestación anti-inmigración del grupo islamófobo y ultraderechista PEGIDA (Colonia, 2016). Fuente: www.rtve.es 


Incendio en un hotel de la ciudad alemana de Bautzen habilitado para albergar refugiados. La ultraderecha alemana y austriaca ha atentado de forma continua en los últimos años contra los albergues de refugiados.Fuente: EFE, www.publico.es
Junto a estos grupos, se encontraría un importante contingente de población rural o semirrural, ubicada en pueblos y pequeñas ciudades y alejada de las grandes zonas urbanas, que generalmente y hasta hace poco, no se había visto afectado por el proceso de inmigración. Sufre con especial crudeza el miedo al diferente y las inseguridades del momento. Más tradicional y menos formada, vive en sociedades poco cosmopolitas, que percibe los cambios bruscos y rápidos como algo profundamente negativo. Su menor contacto con otras culturas le hace más permeable a los perjuicios y los estereotipos y menos tolerante a los cambios. Este grupo demanda estabilidad y certidumbre y resulta muy sensible a los mensajes reiterados de los medios de comunicación sobre la violencia y el fanatismo de las otras culturas, especialmente la islámica. De hecho, y como es de sobra conocido, la clave de la victoria del Brexit en el Reino Unido estuvo en el apoyo masivo a éste de las zonas rurales y las pequeñas ciudades inglesas, mientras las grandes urbes votaban mayoritariamente por la permanencia en la UE. Y no lo olvidemos, la clave fundamental que explica el rechazo inglés a la U.E. está en el control de las fronteras nacionales y el problema de la inmigración.
La percepción que de la realidad tienen estos sectores hostiles o recelosos de la llegada de refugiados, se ve alimentada por toda una serie de mensajes emitidos por los medios de comunicación, más o menos subliminalmente, que alimentan los viejos estereotipos vigentes sobre el Islam desde el Medievo y que permanecen en el subconsciente de la Europa cristiana desde entonces. Este tipo de mensaje resulta quizás menos evidente que en otras épocas, pero deriva de una emisión continua de determinadas realidades (violencia, guerra, fanatismo religioso) y la omisión de otras, que nos pondrían en contacto con los aspectos positivos de la civilización islámica. A veces por una pretensión malintencionada, otras veces, por lo imperativo de la noticia, el caso es que la imagen transmitida por los medios a cerca del Islam tiende claramente a la deformación. 
Imagen de un vídeo del DAESH amenazando con atentar en Roma y Al-andalus. Fuente: www.elconfidencial.com

Mezclados todos estos intereses, surge una apreciable masa social, más o menos radicalizada, pero siempre hostil a la cultura islámica, que visualiza al inmigrante y al refugiado como un enemigo y al Islam como una cultura de violencia y atraso. Dentro de dicha masa social, cada vez mayor, se incluyen desde sectores de la tradicional derecha conservadora europea, que todavía enmascara su islamofobia y no la muestra abiertamente, hasta los sectores neofascistas que proliferan por toda Europa y cuyo peso electoral crece paralelamente a la llegada de inmigrantes y refugiados. Estos sectores denuncian la llegada de extranjeros como germen de todos los males: destrucción de las formas de vida y la cultura europea, inestabilidad y desorden, crisis económica y paro. Este neofacismo hace tiempo que ha optado por un "nuevo racismo", un racismo alejado de las tendencias clásicas surgidas en el siglo XIX, basadas en la genética y la raza, y que el nazismo hizo suyas. Se trata de un racismo centrado en la cultura, un nuevo "racismo cultural" que pone en valor la cultura propia, y ensalza los supuestos peligros a los que se ve sometido su futuro por la irrupción de nuevas culturas. Odia la mezcla racial, pero sobre todo la cultural, lo que -según ellos- llevaría a la cultura originaria a disolverse en una especie de conglomerado irreconocible, pero además odian la posible pervivencia de la cultura exógena, lo que para ellos resulta de una altivez y arrogancia inaceptable (solo sería aceptable una absorción total en la cultura receptora). En este sentido odian al Islam, porque resulta una cultura muy definida, que pervive dentro de la propia Europa a través de los inmigrantes y refugiados. La pervivencia de sus rasgos culturales (por ejemplo a través del rezo y la indumentaria de la mujer) es vista como una intolerable insolencia y un desprecio hacia la cultura europea y cristiana. En este sentido, la islamofobia de estos grupos derivaría no solo del imaginario colectivo procedente de los viejos perjuicios medievales, aún persistentes, sino también del hecho de que el Islam, en mucha mayor proporción que otras culturas, mantiene su resistencia a ser absorbida por la cultura cristiano-europea, y permanece, lo que resulta para ellos intolerable.
En última instancia, estos grupos demandan "mano dura", en el control de las costumbres que puedan atentar contra los valores culturales y sociales europeos (controversias con el uso del Burka, el chador o el hijab) y en la lucha contra el terrorismo yihadista, defendiendo incluso la restricción de las libertades propias del estado de derecho, por el que en ocasiones, no tienen gran estima. Creen que la obsesión por la defensa de las libertades puede hacer a Europa débil frente al "enemigo" exterior.
Pintada islamófaba en la mezquita de Oviedo. Fuente: islamhispania.blogspot.com.es



Una mujer con burkini en una playa del sur de Francia. Fuente: www.diariosur.es


El uso del Burka es cada vez más frecuente en las calles de las ciudades inglesas, belgas o francesas. Fuente: elpais.com







Su rechazo a la inmigración y a las culturas no europeas, especialmente al Islam, se fusionan en su discurso con un tercer elemento, el antieuropeísmo político. Defensores acérrimos de la Europa cristiana, rechazan a la vez a la Unión Europea y optan por un profundo nacionalismo. La irrupción de cientos de miles de refugiados y el aumento continuo de la inmigración les ha dado la excusa para denunciar la política fronteriza de Europa y la libre circulación de personas, elemento clave y distintivo del proceso de integración europea, exigiendo el control de las fronteras propias. De hecho,  y como hemos comentado los sectores antieuropeístas ingleses han podido imponer el Brexit gracias al contexto del que hablamos.

Existen, sin embargo, otros sectores con una visión abiertamente opuesta a la anterior, que conciben el proceso inmigratorio como algo positivo y enriquecedor. Una sociedad esencialmente urbana, progresista, abierta y ligada a los movimientos sociales, cuyo concepto de Europa es mucho más abierto e integrador. Entre estos sectores se encontraría una parte importante de la clase media más progresista y de la intelectualidad, ligada a movimientos de izquierda o liberales, que rechaza abiertamente el racismo, asume los valores positivos del multiculturalismo, considera la mezcla como algo abiertamente positivo y concibe la integración del diferente como algo no solo posible sino beneficioso. Conciben Europa como una tierra de asilo, y perciben la necesidad de ayuda al refugiado (la mayoría de los inmigrantes llegados en los últimos años por el este y sur de Europa son refugiados). Se escandalizan ante las imágenes terribles que se pueden ver en las fronteras, las "devoluciones en caliente" de Melilla o los inmigrantes ahogados en el mar Egeo. En la estructuración de esta respuesta resultan fundamentales los medios de comunicación, muy presentes en la ruta de los Balcanes y en el mar Egeo, que resaltan en la búsqueda de la noticia las situaciones especialmente trágicas. Un caso paradigmático fue la imagen del niño sirio Aylan Kurdi, que una fotógrafa de la agencia Reuters inmortalizó muerto sobre la arena de una playa turca en el Egeo tras el naufragio de la lancha en la que cruzaba con su familia hacia la isla griega de Kos. Europa entera se estremeció y una ola de solidaridad recorrió Europa desde entonces.
Estos sectores ponen el énfasis en la enorme contradicción existente entre los valores democráticos y tolerantes, que definen la actual realidad social y política de Europa, y el rechazo de la población refugiada que no solo huye de la pobreza, sino de la guerra.  En consonancia con ello reclaman una política de puertas abiertas hacia todos aquellos que huyen de los conflictos bélicos y una política de asilo más flexible. Frente a la obsesión por la seguridad de otros sectores, ellos remarcan la necesidad de una solidaridad hacia los menos desfavorecidos. Conscientes de los elevados gastos sociales que implica la entrada masiva de población inmigrante y refugiada en un país, abogan por una redistribución de los recursos nacionales en un sentido más solidario, lo que supone una apuesta por las políticas sociales, frente a otro tipo de gastos, y un fortalecimiento en definitiva del llamado Estado de bienestar, puesto en cuestión por los durísimos ajustes que se han vivido en la mayoría de los países desde el surgimiento de la última crisis económica.
Un caso destacado al respecto lo han supuesto en España algunos ayuntamientos especialmente significativos, como el de Barcelona y Madrid, que protagonizaron sucesivas iniciativas con la intención de acoger un importante número de refugiados.
Durante la crisis de los refugiados de 2015, la alcaldía de Madrid descolgó en el Palacio de Cibeles una pancarta dando la bienvenida  a los refugiados. Fuente: Cristina Martín, www.madridiario.es


Pancarta a favor de la recepción de refugiados en el Palacio de Cibeles de Madrid. Fuente: Pinterest












Consecuencias de la crisis migratoria y de refugiados

Desde que el ser humano surgió sobre el planeta, lo hizo como un inmigrante. Forzados por la necesidad, los primeros homínidos no cesaron de moverse en aras de su supervivencia. El homo sapiens colonizó todos los territorios y se movió sin descanso en busca de nuevos recursos, abandonaba unas zonas y se dirigía a otras, colonizando nuevos territorios. En el código genético del hombre está la migración, y está también la lucha por la supervivencia. Se sedentarizó en el Neolítico, pero cuando necesitó desplazarse para sobrevivir, lo hizo. Y cuando se movía y se asentaba en otros territorios, el conflicto y la rivalidad por el control de los recursos con otras especies o con otros miembros de su misma especie, era seguro. Las migraciones son elementos dinámicos que transforman las sociedades de salida y sobre todo las de entrada, y los cambios llevan inherentes una interacción e influencia cultural, pero también implican un elevado nivel de conflictividad. Los movimientos migratorios actuales no son una excepción. El impacto sobre las sociedades europeas actuales de la llegada de cientos de miles inmigrantes y refugiados es enorme, por cuanto que su llegada masiva se produce en muy poco tiempo, y en un contexto ya de por sí complicado: una Europa afectada duramente por la crisis desde hace años, con altos niveles de paro y graves problemas sociales, cuyo sistema político, surgido tras la Segunda Guerra Mundial, se tambalea; una Europa envuelta en un proceso de globalización que supone una pérdida importante de las viejas seguridades, con cambios tecnológicos importantes que influyen además en los modelos vigentes de relaciones sociales.
A nivel social y cultural son evidentes las dificultades de la nueva situación, que no ha hecho más que comenzar, porque los flujos migratorios y de refugiados se acrecentarán en el futuro. La realidad es tozuda y el "buenismo" de los sectores más progresistas (que ven en la llegada de inmigrantes una fuente de riqueza cultural y una oportunidad para el entendimiento y conocimiento entre culturas y civilizaciones) choca demasiadas veces con la situación real. La integración real y total es muy difícil, funciona con éxito en el caso de algunos grupos sociales concretos (músicos, intelectuales, etc.), puede ser efectiva en algunos individuos o familias concretas, pero no resulta tan fácil en la vida real de los barrios de las grandes ciudades, donde la convivencia se hace difícil. Además, el aumento de la violencia y el terrorismo islámico es probable que acreciente en el futuro más inmediato la desconfianza mutua entre las comunidades islámicas y la sociedad cristiana en la que se inserta. El conflicto, como a lo largo de la historia, está servido y hay que asumirlo: un hecho evidente es la tendencia a la creación de guettos, sobre todo en Centroeuropa, convertidos en certificados de la difícil convivencia. Como muestra, las banlieues o suburbios de las ciudades francesas, barrios obreros construidos desde los sesenta, donde se ha asentado el grueso de la población inmigrante. Convertidos en auténticos guettos, envuelven las grandes ciudades francesas y en ellos proliferan el paro, la marginalidad y la delincuencia organizada. De hecho, los guettos no son una novedad, son parte de la historia europea. El guetto es un signo distintivo de la convivencia entre culturas y religiones durante la España medieval, tan expuesta como ejemplo de convivencia entre culturas a nivel histórico. Las comunidades islámica, judía y cristiana interactuaron y se influyeron durante mucho tiempo, pero apenas se mezclaron y nunca se integraron, viviendo en guettos no solo físicos sino mentales durante siglos. Y de vez en cuando, la conflictividad más extrema rompía la débil coexistencia, eran entonces momentos de limpieza étnica y religiosa, de matanzas. 
A pesar de todo, es evidente que la interacción cultural y religiosa se va a producir y se está produciendo, lo cual solo puede enriquecer la cultura europea. Pero también encontramos claroscuros en tal interacción. No podemos olvidar que la mayoría de los emigrantes y refugiados proceden de sociedades mucho más retrógradas y conservadoras, como las de Siria o Afganistán, cuyas costumbres y valores chocan en ocasiones con los vigentes en Europa, que perciben la homosexualidad o la igualdad de género de manera muy diferente, que en su mayoría no asumen los valores de la secularización y mucho menos del laicismo, que proceden de sociedades cuya tradición democrática no existe. En este sentido, el enriquecimiento cultural puede venir ligado a un aumento del conservadurismo social y a una involución en la lucha por los derechos sociales de los sectores más desfavorecidos (mujeres u homosexuales). Solo hace falta ver la activa posición del mundo musulmán francés frente al matrimonio gay en Francia o la actitud de la comunidad islámica ante el acto terrorista que acabó con la vida de los dibujantes de la revista satírica Charlie Hebdo: al contrario que frente a otros atentados fundamentalistas, en ese caso los musulmanes apenas salieron a la calle contra el terrorismo, sencillamente porque concebían como una profunda ofensa las sátiras de la revista, que profanaba la imagen del Profeta, que según la tradición musulmana no debe ni siquiera ser representado. Es obvio que la sátira religiosa no encaja en la mentalidad de la mayoría de los musulmanes europeos.

En el norte de Marsella, se extienden los suburbios donde se concentra buena parte de la población inmigrante de la ciudad, en su mayoría de origen norteafricano y musulmán. Fuente: www.la-croix.com.

En el suburbio parisino de Clichy la Garenne, un grupo de musulmanes celebran la oración del viernes en plena calle durante una protesta (noviembre de 2017) por el cierre de la Mezquita de la zona. Fuente: Thibault Camus, Associated Press.











A nivel político los peligros son aún mayores: ya hoy asistimos al desarrollo de unas tendencias claras hacia el autoritarismo, así como al crecimiento del racismo y la xenofobia. La llegada masiva de inmigrantes y refugiados acrecienta la inseguridad de amplios sectores de la población, que busca un asidero natural en ideologías neofascistas y racistas, que ofrecen respuestas sencillas y rápidas a sus incertidumbres. El crecimiento de la ultraderecha en Centroeuropa, Escandinavia o en países mediterráneos como Grecia o Italia, se articula en torno a la crisis migratoria, como la crisis de entreguerras alimentó al viejo fascismo de los años 1920 y 1930. Hablamos de partidos como Alternativa por Alemania (en las elecciones de 2017 obtuvo el 13 %votos y más de 90 escaños), el Partido por la Libertad holandés de Geert Wilders (segunda fuerza política del país con el 13% de votos), el Partido de la Libertad austriaco (26% de los votos en las elecciones de 2017) o el Frente Nacional de Marine Le Pen (el segundo partido más votado en las elecciones de 2017, con un 21% de los votos, lo que le permitió pasar a la segunda vuelta). En este grupo podríamos englobar también partidos como el UKIP (Partido para la Independencia del Reino Unido), firme opositor a la Unión Europea, que ha crecido en los últimos años gracias a su rechazo de la inmigración, o la xenófoba Liga Norte italiana, que se ha convertido en las elecciones de marzo de 2018 en el principal partido de la derecha italiana con el 17% de los votos. A estos partidos habría que añadir movimientos políticos en Escandinavia y los países del Este, donde las tendencias ultraconservadoras y xenófobas han crecido de forma desmesurada. Estos grupos ponen claramente en cuestión la propia Unión Europea, denunciando su incapacidad para controlar las fronteras y los flujos migratorios. No hay duda de que  buena parte del antieuropeísmo actual, que ha desembocado en el Brexit británico, tiene su origen en el fenómeno masivo de la inmigración. Amplios sectores ultraconservadores reaccionan ante dicho fenómeno volviendo a un nacionalismo exacerbado de tendencias autoritarias. Visto desde este punto de vista, parece claro que hoy por hoy, la inmigración se ha convertido en el gran talón de Aquiles del proyecto europeo. 
Frauke Petry, presidente de Alternativa por Alemania (AfD) y Joerg Meuthen, líder del partido. Su crecimiento electoral ha estado ligado a su oposición férrea a los crecientes flujos inmigrantes. Fuente: Reuters. Wolfgang Rattay.

En el otro extremo, es previsible, y ya está ocurriendo, un proceso de reislamización de las comunidades musulmanas europeas, como reacción ante la hostilidad creciente hacia su comunidad. Igualmente, se produce un desarraigo creciente entre los inmigrantes musulmanes de segunda generación, muchos de los cuales no llegan nunca a sentirse ciudadanos del país en el que han nacido, pero que tampoco se siente ciudadanos del país del que sus padres emigraron. En semejante situación, el único asidero que les queda es el Islam, que les aporta la identidad y la certidumbre de la que carecen. La mayoría de los terroristas yihadistas en Europa no son refugiados o inmigrantes recién llegados, son chicos criados en Europa, hijos o nietos de viejos emigrantes, que se sienten ciudadanos de segunda en su propio país. Es muy previsible, que el millón de refugiados llegados a Europa desde Oriente Medio en la última crisis migratoria del 2015-16, empiece pronto este proceso de frustración. Todos ellos vinieron con elevadas ilusiones de formación y trabajo, pero después de dos años, buena parte siguen en el mismo albergue (si no lo han quemado los neonazis austriacos o alemanes) dependiendo de la ayuda social del Estado. Si tal situación se prolonga en el tiempo, la frustración de esas personas, y sobre todo de sus hijos, puede convertirse en un cóctel molotov. Se produce así un proceso de acción-reacción, en el que el neofascismo y el fundamentalismo religioso se pueden retroalimentar, llevando a Europa por el camino de la conflictividad desenfrenada.

kamal Aharchi fue jugador de la selección belga de fútbol sala en el 2000, antes de radicalizarse e ingresar en el DAESH, en cuyas filas combatió en Siria e Irak. Fuernte: www.as.com

El rapero alemán Denis Cuspert dio un giro a su vida y se convirtió en soldado del DAESH. Fuente: www.elintelecto.com

A nivel demográfico, no hay duda de la influencia positiva que tiene la inmigración. Es muy posible que la política de puertas abiertas que la Alemania de Merkel sostuvo durante meses frente a la inmigración siria, no tuviera su base en una cuestión humanitaria, sino estrictamente demográfica, y por extensión, también económica. Los refugiados sirios, como la mayoría de los inmigrantes, son población joven, con muchos hijos pequeños y costumbres natalistas, una oportunidad para rejuvenecer la población del país. Europa está envejecida, su única salida a nivel demográfico es la inmigración de población joven de otros continentes. España es un ejemplo paradigmático: su natalidad está entre las más bajas del planeta, su esperanza de vida es altísima, ambos factores determinan un envejecimiento de la población, lo que implica un aumento de la población dependiente y una falta de relevo generacional. 
España debería en la primera década del siglo XXI haber entrado en recesión demográfica y tener un crecimiento real negativo. Sin embargo, la llegada de población inmigrante masiva rejuveneció el país, por cuanto que la mayoría eran jóvenes en edad de trabajar y venían con una mentalidad netamente natalista. Durante algunos años, justo los anteriores al inicio de la última crisis, la mitad de los nacimientos eran de padres inmigrantes, aunque éstos solo suponían el 10% de la población. Este flujo de inmigrantes permitió mantener los niveles elevados de crecimiento económico, al procurar abundante mano de obra para sectores como la construcción y el turismo. En el presente, sin embargo, la situación ha dado un giro radical: tras el parón inmigratorio y la salida de población del país que ha supuesto la crisis económica, España ha entrado en crecimiento negativo y pierde población cada año. 
España y Europa necesitan mano de obra, y el sistema de bienestar y las pensiones de los mayores dependen en gran medida de la llegada de población activa joven que sostenga a una población irremediablemente envejecida. El dinamismo económico de Europa, pues, está ligado a medio y largo plazo a la llegada de inmigrantes. A pesar de todo, es evidente que a corto plazo, la llegada de extranjeros, especialmente si se produce de forma masiva como en el caso de la crisis migratoria de de 2015, produce enormes gastos en políticas sociales que afectan negativamente a la economía del país receptor, que ve su educación, sanidad y servicios sociales colapsados. Eso es lo que ha ocurrido en Alemania en los últimos años.
Estas tres pirámides de población reflejan la evolución y tendencia al envejecimiento de la población española.




Como conclusión: posibles soluciones al "problema de la inmigración"

Como hemos comentado, la llegada de extranjeros a Europa, ya sean refugiados o inmigrantes, implica aspectos negativos y positivos. Pero la asunción de tales flujos migratorios, no es una opción, en otras palabras, no podemos elegir una Europa con inmigrantes o una Europa sin inmigrantes. La inmigración es una realidad no elegible, y Europa tiene que aceptar, quiera o no, un futuro de diversidad y de multiculturalidad. Lo único que puede es incidir en la ralentización y modelación del proceso, restringiendo y regulando en la medida de lo posible unos flujos de población que son imparables.
Partiendo de esa base, las cosas se pueden hacer mejor o peor, mitigando los aspectos negativos y amplificando los elementos positivos del proceso o a la inversa. Con el objetivo de que el proceso sea lo más beneficioso posible, es fundamental regular adecuadamente los flujos, para que no resulten masivos y concentrados en el tiempo, como ocurrió en la última crisis de refugiados del 2015, protagonizada especialmente por los refugiados que huían de la guerra civil en Siria. Unos flujos desordenados y masivos pueden derivar en graves problemas sociales a corto y medio plazo. Puede parecer un acto de manifiesta insolidaridad, pero al contrario que los países vecinos de las zonas de conflicto (el caso de Líbano, Turquía y Jordania respecto a la guerra en Siria), los refugiados en Europa son mantenidos por los propios países de acogida, lo que implica enormes gastos nada fáciles de sostener de forma prolongada en el tiempo. Por otra parte, la cercanía del refugiado a su país de origen es fundamental, pues se supone que, al contrario que el inmigrante económico, él se va por la fuerza y quiere volver cuando las condiciones políticas y económicas mejoren.
En este sentido, resulta fundamental actuar sobre los países de partida y los focos de conflicto. La ayuda al desarrollo de los países emisores de emigrantes reduce la emigración de esos países. No hay duda de que la mejora de las condiciones de vida, el nivel de empleo y el crecimiento económico de los países más pobres influye decisivamente en la reducción de los flujos migratorios. Sin invertir en desarrollo resulta absurdo desafiar el comercio humano desarrollado por las mafias de traficantes de personas. En el caso concreto de los refugiados hay que actuar sobre los focos de conflictos con inteligencia y prudencia. La política de Occidente en el Magreb, el África subsahariana y el Oriente Medio ha estado siempre subordinada a sus intereses inmediatos y nunca ha buscado el bienestar y la justicia de los pueblos que en esas zonas vivían. A la larga eso ha resultado contraproducente. Durante décadas, tras la independencia apoyó a regímenes corruptos y autoritarios que servían adecuadamente a sus intereses, respaldando después transiciones democráticas, pero solo cuando el descrédito de los tiranos los convertía en inservibles y sus gobiernos se volvían insostenibles. Así ha ocurrido con las llamadas primaveras árabes, surgidas en el Oriente Medio y el Norte de África, marcadas por la revolución de los pueblos contra el autoritarismo de las oligarquías que los gobernaban: cuando las dictaduras cayeron, la Europa que las había sostenido, encabezó el apoyo a las revueltas, sin entender que el vacío de poder surgido, al no existir una sociedad vertebrada políticamente, lo iba a rellenar el Islam político, y el caos y la guerra civil se apoderarían de la zona. Eso es lo que ha ocurrido en Libia, Yemen o Siria, cuya realidad está marcada por la guerra, las luchas sectarias y la inestabilidad política, de las que se alimenta el islamismo radical. Por otra parte, Occidente debe mostrar coherencia en su política exterior en la zona, no se puede apoyar a los kurdos a la vez que a los turcos; no se puede lanzar una cruzada contra el DAESH y a la vez apoyar a otros grupos yihadistas, solo porque están contra del régimen sirio; no se puede ser aliado de Arabia Saudí y no percibir que su dinero mantiene la extensión del salafismo y el yihadismo en todo el mundo; no se puede demandar una paz justa en Palestina, mientras se consienten todas las brutalidades del "estado gamberro" de Israel, que se encuentra por encima de la legalidad internacional en virtud del amparo europeo y sobre todo estadounidense; al contrario de lo hecho hasta ahora, hay que tratar de reducir las tensiones sectarias entre chiíes y sunníes. En otras palabras, Europa debe buscar rellenar los vacíos de poder, buscando un equilibrio entre chiíes y suníes, buscando la justicia social y el equilibrio de la riqueza en la zona, apostando por la modernización y la democratización, a la vez que debe de tratar de integrar las tendencias islamistas más moderadas en el sistema político. Eso es algo difícil, pero alguna vez hay que empezar, porque hasta ahora lo que ha hecho es ir en la dirección contraria. 
Igualmente se deben inyectar grandes cantidades de dinero (en parte lo ha hecho con los acuerdos con Turquía que pusieron fin al flujo masivo de refugiados por el Egeo) para que los refugiados se queden en los países cercanos (en el caso de Siria, en Líbano, Jordania y Turquía). De esa manera, podrían volver fácilmente a su país con el final de la guerra.
Respecto a los refugiados asentados ya en Europa, algo aplicable también al conjunto de los inmigrantes, es muy importante apostar por la integración, evitando a toda costa la creación de guettos y apostando por políticas sociales que permitan el mayor grado de integración en el menor tiempo posible. El extranjero debe ante todo y primero, integrarse económicamente, crear riqueza y pagar impuestos, teniendo un trabajo que le permita no ser una carga para la sociedad. Solo después, se puede producir la integración social y cultural. Lo contrario implica altos niveles de frustración, recelo y desconfianza, que conducen a la violencia política y social. En este sentido, resulta clave la importancia de la educación, resultando esencial la integración de los niños en el sistema educativo y la adaptación de éste a la nueva realidad multicultural, haciéndose hincapié en la enseñanza de los valores de la tolerancia y la solidaridad. A corto plazo puede parecer irrelevante, pero a largo plazo es uno de los ingredientes determinantes.
Alumnos de infantil en un aula del colegio Tenerías (Madrid). Fuente: www.correomadrid.com

Sin embargo, todos estos factores requieren de una enorme cantidad de recursos y un Estado de bienestar fuerte y activo, que es lo que precisamente ha estado en cuestión en la última década de la historia de Europa, sometida a una profunda crisis, con fuertes recortes presupuestarios y un cuestionamiento recurrente de la viabilidad del llamado Estado Social. Este Estado de bienestar es hoy, sin embargo y más que nunca, la clave del presente y futuro de Europa, al permitir la cohesión y el equilibrio social de una sociedad cada vez más desequilibrada y diversa, que necesita de los poderes públicos y sus servicios (educación, sanidad, pensiones, servicios sociales) para regular de forma inteligente los posibles conflictos. Una sociedad injusta es siempre muy conflictiva, pero si esa sociedad es además muy diversa, el cóctel puede ser mucho más explosivo. Solo en la búsqueda de la justicia social y la reducción de los contrastes sociales podemos hacer viables la integración y la multiculturalidad.
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